Las visitas periódicas al dentista son fundamentales si queremos mantener una buena salud bucodental. Hay una serie de dolencias que, cuando se manifiestan de manera clara (a través del sangrado, de dolor…) resultan más costosas y difíciles de curar que si se detectan en un estado incipiente.
Las revisiones, por tanto, deben hacerse a lo largo de toda la vida, pues cada etapa presenta diferentes patologías. La primera visita al odontólogo, deberíamos hacerla antes de que el niño cumpla los dos años. Es un momento importante, ya que alrededor de esa edad, los niños abandonan el chupete y el biberón. El dentista Aportará una serie de consejos útiles para prevenir los malos hábitos que pueden presentarse, además de comprobar la existencia de oclusiones incorrectas.
Hasta los seis años, lo recomendable es realizar una visita cada seis meses. De esta manera, el odontólogo podrá hacer el seguimiento del desarrollo de los dientes de leche y detectar posible problemas. Además, instruirá a nuestros hijos sobre la manera correcta de cepillarse los dientes.
A partir de los seis años las revisiones pueden hacerse de manera anual. Desde esta edad hasta los 14 años hay que familiarizar al niño con el uso del hilo dental para completar su higiene bucal. Además, hay que controlar la posición de la mordida, la posible aparición de sarro y el apiñamiento de los dientes, entre otros aspectos.
En cuanto a las personas mayores, la tendencia es que se descuide la limpieza, al mismo tiempo que aparece un mayor número de patologías. Por tanto, una buena medida es realizar las visitar dos veces al año.
La prevención, junto a una buena higiene bucodental es la mejor manera de mantener una boca sana. Acudir a la consulta del odontólogo con un niño sólo cuando se presentan problemas (generalmente acompañados por dolor) no es una buena idea porque puede resultar traumático y convertirlo en un adulto con miedo al dentista.